Volcan, El Totumo
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"No sabes, Chantal, cuánto me gustan
esas frases simples, corrientes, y que son como la definición de un misterio.
Ese <<y así se le pasa el
tiempo>> es una frase fundamental. El problema de la gente es
el tiempo, hacer que pase el tiempo, que pase por sí solo, a solas, sin
esfuerzo por su parte, sin que ellos mismos, como agotados, se vean obligados a
atravesarlo, y ésa es la razón por la que habla mi tía, porque hablando por los
codos, hace, como quien no quiere la cosa, que pase el tiempo, mientras que, cuando
tiene la boca cerrada, el tiempo se inmoviliza, sale de la oscuridad, enorme,
pesado, y atemoriza a mi pobre tía, quien, presa de pánico, busca enseguida a
alguien a quien contar que su hija tiene problemas con su hijo que tiene
diarrea, sí, Jean Marc, diarrea, ..." [[Kundera, Milan (1997). La
identidad. México, TusQuets Editores, p. 88]].
Entonces
pensé: <<¡claro! ¿qué hacemos con el tiempo? Y de inicio visualicé tres versiones:
a) Dejamos que corra el tiempo, así como un río con su gran afluente, sin ser conscientes
de que pasa: sólo vemos que pasa y ni si quiera somos capaces de “pensar”: ah!!!
ya pasaron 2 años.
b) Creamos “espacios” para ocuparlo, hacemos
parcelas para construir “cosas” —¡¡no para
llenarlo!! Que, definitivamente, es otra forma de ocupar el tiempo: sólo ocuparse—. En esta versión del
tiempo, es como darle forma a través de diferentes espacios: espacio para el
trabajo, espacio para la diversión, espacio para el ocio, espacio para la fe,
espacio para la familia, espacio para el amor, espacio para lectura, la
escritura, la música. Aquí salió mi raíz de socióloga urbana, pero el espacio
es una buena metáfora para expresar esa idea de ocupación del tiempo.
c) Llenar el tiempo con actividades u
ocupaciones.
Del primero ni digo nada, es así:
sin contenido, sin sentido, sin acción,
que seguro tiene su función y les aseguro que ya tuve el uso de este tiempo.
Del tercero, ni lo duden, es el que mejor conocí y practiqué por más de dos
décadas.
Entonces pasemos al inciso b) y pensé
en lo que, desde mi experiencia, me ha permitido hacer vida con ese tiempo. Usar el tiempo con conciencia,
personalmente, me ha permitido construir vida y es relativamente sencillo: sentarme
en un banca y ver cómo pasa la gente, caminar, comer con los amigos, cocinar, hacer yoga, tomar clase de salsa,
bailar, estar con los amigos, pararme
a tomar una café, leer, escuchar o hacer música, orar, viajar, detenerme (sólo detenerme:
<<detenerse, qué bueno es detenerse>>), mirarme en esos ojos,
meditar, tener una mañana de niñas en casa, desayunar con mi madre, trabajar
(no ocuparme, sino trabajar en lo que me gusta), no pensar (parar la ardilla),
proyectar (echar a andar la ardilla).
Así, es esta diversidad de “cosas”
puestas en cada uno de esos espacios, lo que me ha permitido ocupar el tiempo
y decir al día: estoy y, al día de ayer, decir: estoy y estoy bien. Así, al día hice lo que me tocaba: no más-no
menos. Sin arrepentimientos, sin culpas, sin añoranzas, sin frustraciones, más
bien satisfecha, porque eso es lo
único que (me) tengo y por eso doy gracias.
Entonces acepto al día:
<<Acepto con paz
las contrariedades de la vida
y las incomprensiones de mis hermanos,
las enfermedades y la misma muerte,
y la ley de la insignificancia humana, es decir:
que, después de mi muerte, todo seguirá igual
como si nada hubiera sucedido>>.
las contrariedades de la vida
y las incomprensiones de mis hermanos,
las enfermedades y la misma muerte,
y la ley de la insignificancia humana, es decir:
que, después de mi muerte, todo seguirá igual
como si nada hubiera sucedido>>.
[De los libros de cabecera: Larrañaga, Ignacio. Encuentro. Manual
de Oración]