Una de esas
mañanas en las que extrañamente me pintaba los labios en el camino hacia el
sur de la ciudad, me vino a la cabeza la imagen de una fotografía mía —una foto
de mí cuando tenía 17 ó 18 años—. No pude dejar de pensarme y ahora observarme.
Y es que el domingo pasado vi a dos grandes
amigas de aquella época y una de ellas llevó un álbum de fotos de aquellos
años. No puedo expresarles el <<impacto>> que me produjo verme, fue una emoción
sumamente complicada: tristeza &
alegría, pero así, juntitas-juntitas.
Y es que al ver
la foto, me le quedé mirando un buen rato porque me costó trabajo reconocerme y
porque me llegaron oleadas de recuerdos-pensamientos-emociones de aquellos
años. En efecto, pude recordar perfecto lo que esa versión de Angélica vivía,
sentía,… mmm!! mmm!! más bien debo decir: sufría
por esos años.
No me gustaría
mostrar esa foto y no es que me avergüence de mí, nada de eso —ahora ya no—, lo
que me pasa es que siento “feo” de verme y recordarme así. Mí camino hasta aquí
ha sido largo, muy largo, y me pesa un poco haberme tardado tantos años para
llegar hasta aquí, pero como siempre digo: me gustan los caminos largos. Esta cabeza
dura aprendió muy tarde cómo andar mejor
por la vida.
A mis dos amigas
(V y C) y ahora ustedes, lo único que les puedo decir es:
¡¡¡qué bueno que existe la mejora continua!!!
De esa versión de
Angélica, les puedo decir: me dolía el alma y me avergonzaba mí cuerpo. En
ese entonces mí cara era ruda, dura, enojada, frustrada, hasta puedo decirles
que me veía más adulta y sólo tenía18 años. Las sonrisas eran pocas y la
amargura mucha.
Entonces ahora me
digo:
¿¿será que por eso ahora sonríes tanto??
¡¡¡Claro que son muchas cosas las que motivan mí sonrisa!! Lo que es seguro, es que ya pagué la cuota de rudeza y llanto que me tocaba en esta vida, y es hora de reír y tal vez llorar
pero de alegría, de contento, de emoción contenida, de felicidad, ...
Va pues…
una gran sonrisa dibujada desde dentro.