Hoy 14 de noviembre
me instalé por completo en el cuarto piso, llegué a los cuarenta y pocos, qué
le hago al cuento: llegué a los 43 y doy gracias a Dios por lo que me ha
permitido ser y hacer en estos años de vida.
A
esta edad, además de canas, arrugas, manchas en la piel y una cadera que se
resiste a perder peso, tengo un corazón lleno de alegría y gratitud.
Sin
duda, soy una mujer satisfecha, plena y feliz, y un ser humano con muchas cosas
por dar y recibir.
Gracias a mi madre y a mi padre por haberme concebido en este mundo y para este tiempo.
Gracias
a mis mocosas… a mis chamaquitas (las grandes y las pequeñas) por quererme
tanto y darme tanta alegría.
Gracias
a mis hermanas... a mis queridas y adoradas hermanas, ya saben que con ustedes
hay fiesta cuando las veo.
Gracias
a la presencia de ese ser que me dibuja una sonrisa y, que vez en cuando, me
presta su abrazo para andar por la calle.
No
puedo dejar de agradecer a todos mis maestros y cuando digo a todos, es a
todos. En efecto, hasta… o más bien... sobre todo, a aquellos maestros de
paciencia, amor incondicional, serenidad, claridad mental, humildad.
¿Qué
les digo? En algún momento pararé el trabajo para irme a desayunar,
comer, cenar o bailar con algunos de ustedes, y con los que están lejos, no
se apuren: a ustedes les tengo una fiesta privada aquí en mi corazón.
Gracias a todos por su presencia en mi vida.
Ya
pues… gracias a Dios por permitirme decir en “voz alta y sin
titubeos":
¡Gracias Dios: por darme esta vida y no otra!
Que estén bien.
Amén
Om Shanti Shanti
Sabbe sattaa sukhi hontu
Que todo los seres estén
bien
Abrazo fuertísimo con el corazón bien abierto.