jueves, 14 de noviembre de 2019

Hoy cumplo 50 años.

mis 50 años 

Ma. Angélica Garnica Sosa, versión 5.0, a mis 50 años de vida, en el quinto piso, dichosa, plena y llena de ganas de seguir viendo en plenitud y permanente evolución (cabello lacio).

Y les diré unas palabras...

Ya es poco lo que escribo, pero hoy es un día muy especial, en el año y en mi vida, hoy cumplo 50 años, podría hacer un resumen de ella con imágenes o de hechos, pero sólo utilizaré este espacio para dar gracias a Dios, a mi madre y a mi padre, por haberme dado esta vida y no otra, por tener este tiempo y este espacio para vivir, crear, evolucionar, por tener estas capacidades, ese cerebro inquieto, por permitirme alcanzar esta inteligencia emocional, más gracias por tener esta familia la dada y la elegida, por tener tan extraordinarios seres como compañeros de trabajo.

Tengo la fortuna de trabajar y de servir a mi país, ya saben que soy persona de palabras y de hechos, no sé quedarme de brazos cruzados y hasta en los momentos más relajados mi ardilla gira y gira.

De las cosas que más agradezco a estas alturas de mi vida es haber aprendido a ser más serena en mis ansias de hacer cosas, es decir: soy más paciente; aprendí a callar sin que eso me cause dolor, es decir: aprendí el arte de callar, pero también, y sobre todo, aprendí el arte de hablar de manera oportuna, inteligente y sensata (ese es mi objetivo siempre).

Sé que hablo con los ojos, con las manos, con la piel, con cada una de mis células, por eso, para mí, callar es un arte, porque todo se me nota: el enojo, la alegría, la ironía... Todo es todo.

Amo compartir lo que sé, lo que creo, lo que construyo, quedarme las cosas no tiene sentido, siempre digo y actúo bajo el principio de que el valor de lo que tengo se da en la medida de que pueda compartir y usar con las personas, esa mi regla. Eso me hace feliz. No sé hacer las cosas de otra manera.

Aprendí a llevar una vida sencilla y disfruto al extremo de cada cosa que hago al día: tomar un café, guisar mis huevos con verduras, comer un buen guisado, tomar un buen vino, abrazar mi sillón, caminar-caminar-caminar, mirar el sol, acariciar la luna, escuchar música, bailar son y salsa, mantener la mente en calma, concentrarme en el trabajo y sólo en eso, para cuando salga no tenga pendientes e irme con la tranquilidad de haber hecho todo lo que me toca (y siempre más). Cada cosa es como una meditación activa todo el día, así bajo el cobijo del momento presente.

No me toca más que dar gracias, gracias, gracias, infinitas gracias a Dios por ser tan bueno conmigo y ponerme tantos retos para ser mejor cada día.

Abrazo entrañable con todo mi corazón a cada persona que ha estado en mi vida (y todas son todas).


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