>> Yo le decía a mi hermana, o ella me decía: ven, ¿jugamos a reír? Nos acostábamos una junto a la otra en la cama y empezábamos. Para hacer como que reíamos, por supuesto. Risas forzadas. Risas ridículas. Risas tan ridículas que nos hacíamos reír. Entonces venía, sí, la verdadera risa, la risa entera a arrastrarnos en su rompiente inmensa. Risas estalladas, proseguidas, atropelladas, desencadenadas, risas magníficas, suntuosas y locas... y reíamos al infinito de la risa de nuestra risa... Oh risa, risa del goce, goce de risa; reír es vivir tan profundamente.>>
Kundera, Milan. El libro de la risa y el olvido. México, TusQuets, p. 79
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