En estos días, semanas, he visto cosas increíbles, pero la de hoy,
la de ese ratito, si es pa’ contar. Y es que sentadita en mi vagón del metro vi
cómo una mujer fue capaz de llevar su
boca, sus labios, sus ojos y creo que hasta su nariz hacia el extremo derecho
de su rostro, casi puedo asegurar
que su labios muerden su oreja. Toda su piel-arrugada-colgante fue capaz de organizarse para construir un INMENSO gesto de reprobación, malestar y, casi, desprecio ante la ignorancia de su anciana acompañante, quien no supo contestar
qué metro les quedaba más cerca del lugar a dónde iba.
De los graffitis de aquí y de allá, éste en Xochimilco, 2013 |
La otra señora ante los permanentes desfiguros de su compañera
sólo fue capaz de esforzarme una sonrisa por mi admiración y sorpresa.
Que bueno que traía mis lentes oscuros, porque estoy segura que
nada hubiera impedido que mis ojos se salieran de sus cuencas.
Ya luego me viene pensando: ah!! Si yo llego a esa edad quiero que
la piel de mis arrugas me alcance para dibuja una sonrisa de oreja a oreja.
Ya pues… que traigo otra historia que al rato les cuento, nomás
dejen que mi espíritu termine de llegar.
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