Hoy, como otros días,
les contaré una historia sin contarles, y digo sin contarles, porque para lo
que necesito compartir no hace falta que les dé detalles, sólo les contaré
“mis” emociones, que ahora, a diferencia de otros cuentos, no es una
historia de esas llenas de alegría.
Y cuento sin contar,
porque aunque soy capaz de mostrar y expresar mis emociones, sigo
reservando la parte más importante de mi vida para mis relaciones cara a cara,
así que cuento sin contar.
Esta historia empieza
con un duelo y una gran tristeza que traigo aquí dentro. Y es que llevo
muchos días, semanas, con grandes y prolongados diálogos mentales sobre lo que
me pasa y lo que pasa es que casi siempre termino llorando, pero como todo en la
vida me pasa, pero ahora --hoy-- aproveché que las ráfagas de viento se llevaron
mi “racionalidad”, me dejaron el corazón expuesto, mis ojos muy limpios y mis
manos libres para escribir.
Por algún lugar de la montaña, aquella hermosa montaña de Valencia, octubre de 2015. |
Entonces les digo que
hace unas semanas, más bien hace unos meses --diciembre y enero para ser
exactos-- la vida me empezó a cambiar --literal: mi vida cambió y la vida me
cambio-- y digo la vida, porque yo “estaba” muy feliz, pero la
vida me llevó por un camino en el que ya andaba sin mirar e iba rumbo a una
montaña y tuve que caminar sola, ya no hay mano que tomar ni brazo que sujetar
ni hombro que tocar, pero eso hasta cierto punto no me preocupa “tanto”,
siempre ando "sola" y cuando caigo me levanto sola -literal y en sentido figurado-. Ya saben que soy una sobreviviente (sin
dramas, sin dramas... pero quien conoce mi historia sabe perfecto que la he
librado bien y bonito).
Lo relevante de mi
nueva condición es el gran desconcierto y desolación con la que me quede
cuando me dejaron hablando sola --literial y en sentido figurado, pero así
fue--, porque entonces me di cuenta que me tenía que concentrar en el
camino, en mi camino, en cada paso, en cada escalón, en cada piedra del camino
en el que ya andaba.
Ahora, a diferencia de
otro tiempo, tuve que observar con mucha tranquilidad y paciencia sí el camino
estaba iluminado o sí estaba oscuro para prender la luz, no sea que pierda el
rumbo, porque mi camino, por ahora, está bien trazado.
En ese andar --mi andar
de ahora-- tuve que estar más atenta y sensible al frío y al calor, ya saben...
ya saben... la calefacción del corazón estaba descompuesta y, ahora, peor con
esto de la menopausia (jajajajaja!!!).
Ahora, más que nunca,
tengo que andar con pasos cortos y muy lentos, porque a veces la vista se me
nubla de tanto recuerdo, así que también debo hacer altos para volver a
mirar.
Entonces... entonces...
ya saben la cosa más importante que les quería decir sin contar: la vida me
cambio y en muchas cosas...
- el tiempo,
- la compañía,
- la casa y
- los rituales --mis rituales--.
Los días, en las horas de mis
días, ya no hay a quien compartir ni tristezas ni alegrías ni burlas ni mofas
ni sonidos ni colores ni sabores ni bromas ni llantos.
La casa, mi casa, dejo de oler
a pan los jueves y la misma casa quedo en silencio, en gran silencio, los fines
de semana, ya no se escuchan las risas ni carcajadas, sólo me acompaña el
silencio; y las paredes están lisas, muy blancas, ya hay espacio para albergar
nuevas alegrías y nuevos recuerdos. Y seguro... seguro... ya me pasará y me
volverá el gusto por hornear, nomás dejen que me pase el mal-estar.
El baile, en mi baile, mis días
de baile, por algunas semanas quedaron suspendidos, pero ya volví y me queda el
consuelo --tonto de inicio, pero al fin consuelo--, por qué bailar con uno, sí
puedo bailar con todos… jajajajajajaja!!!
Ya no hay regalos ni
galletas ni dulces ni playeras ni café ni libros ni música ni mensajes ni
viajes ni triunfos ni fracasos que compartir. Bueno, sí pero no. Así como tuve
un depositario de mi amor y, algún día, fui capaz de reconocerlo. Hoy, a 35
días del duelo, sólo digo que lo mejor y peor de mi me lo reservo y lo
resguardo aquí dentro.
Camino a la montaña, Valencia, octubre de 2015. |
No lo voy a negar
--y esta es la parte que menos le gusta a las personas, pero ya lo van
entendiendo, que Angélica Garnica también llora--, perdí la sonrisa, se
me fue la sonrisa, increíblemente se me fue la sonrisa, sonreía a fuerzas y me
temblaba el cachete, pero de verdad que me esforzaba por sonreír, pero por
primera vez en mucho, muchos, muchos años la sonrisa se me fue…
La sonrisa desde dentro
se desvaneció y sólo me quedaron lágrimas, y aún cuando escribo estas líneas se me
vuelven a inundar los ojos, qué le vamos a hacer?? Así es el camino de
las lágrimas y de los duelos.
Y durante todos estos
días capturé --con fotos-- las diversas versiones de la sonrisa de Angélica,
porque tenía temor de que no regresará, pero creo que ya va saliendo, ya va
regresando mi mejor sonrisa.
Entonces les digo que
además de mis proyectos, las reestructuración de mi organización, ando en esas,
que me estoy restaurando en cuerpo, alma y espíritu, tengo una gran
herida y cada día le pido a Dios, al Universo, a la vida, que me dé lo que me
tenga que dar pa’salir del duelo y así lo hacen, al día, todos los días, tengo la
bondadosa, amorosa y paciente compañía de mi familia, amigas y amigos que no
escatiman en palabras, abrazos y tiempo para apapachar mi ser. Y sí pues, gracias,
gracias, gracias, gracias inmensas.
Mi ejercicio al día es
llevar a mi mente a estados positivos, de bienestar, de creatividad y alejarla
de mi fuente de sufrimiento, de enojo, de tristeza. Y ni se apuren que ya sé cuál es mi
siguiente ejercicio ahora esté completamente restaurada en mi seguridad
emocional, ya lo sé que voy a hacer, ya sé que haré, pero se los cuento luego.
En fin... En fin… Que son días muy extraños
de acomodos y reacomodos, incluso, en la casa, en la ciudad y hasta los
árboles caen con todo y raíz, así que ya me siento más tranquila por esta gran
caída.
En realidad no puedo
irme de esta entrada, de esta nota, sin dejar de agradecer a la vida por
todas las enseñanzas, las experiencias, las vivencias y todas las emociones
durante todos los días de mi vida, pero especialmente durante los últimos 6
años --más o menos, soy mala para las cuentas, excepto para llevar la cuenta de
los días de ausencia, porque de esos, no sé por qué llevo perfecta cuenta, tal
vez porque, paradójicamente, es un gran anhelo porque me llegue el olvido--.
Y ya pues…
Ya pues…
Ya pues…
Que por fin tuve las
condiciones para ponerme a escribir pa’ mí y poder compartir... desde aquí...
desde aquí... de dónde más... de esta cabeza-corazón.
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