jueves, 2 de octubre de 2014

De las otras borracheras

Hace unos días me levanté con unas ganas inmensas de escribir y resultó un poco frustrante porque es de esos días que tengo que andar en todas partes y en ninguna. Es de esos días que trabajo mucho, pero, en sí, no hago nada. En fin… en fin… que eso no es lo que quería contarles.
Ese día andaba bien emocionada con terminar mi libro de momento, así que cuando tomé el tren y me pude sentar clavé la mirada en mi libro e iba en esas cuando de repente escuché a un hombre susurrar no sé qué cosas, pero yo necia con mi lectura, no dejé que el ambiente-de-tren-ligero-atascado me privara de mis minutos de lectura.
El Godínez-del-Sur 
Y así seguí con la lectura unas cuantas estaciones, hasta que el hombre-susurrante que iba en medio del pasillo dio un salto y se plantó casi frente a mi. Nomás miré de reojo para corroborar que no estuviera tan cerca de mi.
Seguí con mi lectura, pero el hombre seguía susurrando “cosas”, hasta que de manera muy clara le dijo al señor que estaba frente de mi, en el asiento individual, ¡¡Es Liliana Lago?? Y señaló con la mirada la página de su periódico de esos de 5 pesos que venden a la entrada del metro y donde salen señoritas con muchas bolas y poca ropa.
Y con eso sí logró sacarme de mi lectura. Volteé a ver al hombre-susurrante. Lo observe de pies a cabeza, en ese orden, y lo primero que pensé: “este hombre está borracho”. Después miré al Sr. Godínez-del-Sur, que después del comentario cambió la página, torció la boca y los ojos para hacer evidente su molestia ante la pregunta del hombre-susurrante… y hasta puedo decirles que el Sr. Godínez-del-Sur buscaba mi aprobación para la reprobación por la pregunta. No debo omitir: no obtuvo respuesta.  
En fin que me quedé unos minutos con mi libro abierto para retomar mi lectura en cualquier momento, pero la actitud de los hombres me distrajo al grado de abandonarla.
Después de un rato de mirar al hombre-susurrante me di cuenta que no estaba borracho, no por lo menos de alcohol, créanme que esa condición la percibo con más o menos facilidad. Lo que si les puedo decir, es que estaba borracho de sueño. Su cara, sus ojeras grises, profundas y marcadas, su piel seca, su cabello graso, su movimientos de cabeza y sus ganas de conversar lo delataban. No sé si iba drogado, yo creo que no: no tenía ojos dilatados ni rojos ni blancos de fondo, pero como de esa sintomatología no conozco, mejor ya ni digo.
Su comportamiento era de un hombre excesivamente cansado con ganas de dormir haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantenerse en pie y despierto. Y así, intentaba conversar con la gente, pensó que aquel hombre era un buen candidato. Unas dos o tres estaciones adelante volvió a dar un brinco para alcanzar un asiento detrás de mi y ofreció el paso a una señora… cómo les dicen ahora… adulta mayor… adulta en plenitud… o lo que es lo mismo una viejita y con ella empezó a platicar. Su conversación era sobre el clima y lo lleno que iba el tren, no era errática ni nada parecido.
Luego un señor le preguntó por una dirección y el hombre-borracho-de-sueño hasta tuvo la calma de preguntarle qué trámite iba a hacer, y le corroboró que en efecto ese era el lugar para realizarlo.
Y así, el-hombre-borracho-de-sueño puso su petaca encima de sus piernas y, ahora, sacudía la cabeza para no adormilar el cuerpo.
Lo identifiqué perfecto desde que lo miré de los pies a la cabeza, era un oficial de policía, ya iba de civil, pero los zapatos, el pantalón, la maleta y la borrachera de sueño lo delataban.
He visto muchos oficiales así, los he visto en servicio, lo he visto en capacitación, los he visto en mis trayectos por el transporte público. Los he visto ir a meter la cabeza en agua helada para mantenerse en pie. Los he visto tomar un café con 5 sobres de azúcar. Los he visto dormir parados. Los he visto comer a escondidas. Los he visto con los ojos quebrados y la mandíbula trabada cuando los insultan. Lo he visto.
Este hombre-borracho-de-sueño estoy casi segura venía de cubrir un doble turno, de eso que normales son 24 por 48 y que para él seguro se convirtió en 48 por 24. Y así con la vida de esos seres humanos que andan buscando platica con los señores Godínez-del-Sur.
Y no omito señalar, que otra vez, mi “sorpresa” por la escena me limitó la “intención” de ofrecer mi asiento y mi botella de agua, pero ya me estoy preparando para saber actuar ante esas situaciones.
En fin… que ya por lo menos pude escribir unas líneas, de las tantas-tantas-tantas… que traigo en la cabeza-corazón. 

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