Hace unos días me levanté
con unas ganas inmensas de escribir y resultó un poco frustrante porque es de
esos días que tengo que andar en todas partes y en ninguna. Es de esos días que
trabajo mucho, pero, en sí, no hago nada. En fin… en fin… que eso no es lo que
quería contarles.
Ese día andaba
bien emocionada con terminar mi libro de momento, así que cuando tomé el tren y
me pude sentar clavé la mirada en mi libro e iba en esas cuando de repente
escuché a un hombre susurrar no sé qué cosas, pero yo necia con mi lectura, no
dejé que el ambiente-de-tren-ligero-atascado
me privara de mis minutos de lectura.
El Godínez-del-Sur |
Seguí con mi lectura, pero
el hombre seguía susurrando “cosas”, hasta que de manera muy clara le dijo al
señor que estaba frente de mi, en el asiento individual, ¡¡Es Liliana Lago?? Y señaló
con la mirada la página de su periódico de esos de 5 pesos que venden a la
entrada del metro y donde salen señoritas con muchas bolas y poca ropa.
Y con eso sí logró sacarme
de mi lectura. Volteé a ver al hombre-susurrante. Lo observe de pies a cabeza,
en ese orden, y lo primero que pensé: “este hombre está borracho”. Después miré
al Sr. Godínez-del-Sur, que después
del comentario cambió la página, torció la boca y los ojos para hacer evidente
su molestia ante la pregunta del hombre-susurrante… y hasta puedo decirles que
el Sr. Godínez-del-Sur buscaba mi aprobación para la reprobación por la pregunta.
No debo omitir: no obtuvo respuesta.
En fin que me quedé unos
minutos con mi libro abierto para retomar mi lectura en cualquier momento, pero
la actitud de los hombres me distrajo al grado de abandonarla.
Después de un rato de mirar
al hombre-susurrante me di cuenta que no estaba borracho, no por lo menos de
alcohol, créanme que esa condición la percibo con más o menos facilidad. Lo que
si les puedo decir, es que estaba
borracho de sueño. Su cara, sus ojeras grises, profundas y marcadas, su piel seca,
su cabello graso, su movimientos de cabeza y sus ganas de conversar lo
delataban. No sé si iba drogado, yo creo que no: no tenía ojos dilatados ni
rojos ni blancos de fondo, pero como de esa sintomatología no conozco, mejor ya
ni digo.
Su comportamiento era de un
hombre excesivamente cansado con ganas de dormir haciendo un esfuerzo sobrehumano
para mantenerse en pie y despierto. Y así, intentaba conversar con la gente,
pensó que aquel hombre era un buen candidato. Unas dos o tres estaciones adelante
volvió a dar un brinco para alcanzar un asiento detrás de mi y ofreció el paso
a una señora… cómo les dicen ahora… adulta mayor… adulta en plenitud… o lo que
es lo mismo una viejita y con ella empezó a platicar. Su conversación era sobre
el clima y lo lleno que iba el tren, no era errática ni nada parecido.
Luego un señor le preguntó
por una dirección y el hombre-borracho-de-sueño hasta tuvo la calma de preguntarle
qué trámite iba a hacer, y le corroboró que en efecto ese era el lugar para
realizarlo.
Y así, el-hombre-borracho-de-sueño
puso su petaca encima de sus piernas y, ahora, sacudía la cabeza para no
adormilar el cuerpo.
Lo identifiqué perfecto
desde que lo miré de los pies a la cabeza, era un oficial de policía, ya iba de
civil, pero los zapatos, el pantalón, la maleta y la borrachera de sueño lo
delataban.
He visto muchos oficiales
así, los he visto en servicio, lo he visto en capacitación, los he visto en mis
trayectos por el transporte público. Los he visto ir a meter la cabeza en agua
helada para mantenerse en pie. Los he visto tomar un café con 5 sobres de
azúcar. Los he visto dormir parados. Los he visto comer a escondidas. Los he
visto con los ojos quebrados y la mandíbula trabada cuando los insultan. Lo he
visto.
Este hombre-borracho-de-sueño
estoy casi segura venía de cubrir un doble turno, de eso que normales son 24
por 48 y que para él seguro se convirtió en 48 por 24. Y así con la vida de
esos seres humanos que andan buscando platica con los señores Godínez-del-Sur.
Y no omito señalar, que
otra vez, mi “sorpresa” por la escena me limitó la “intención” de ofrecer mi
asiento y mi botella de agua, pero ya me estoy preparando para saber actuar
ante esas situaciones.
En fin… que ya por lo menos
pude escribir unas líneas, de las tantas-tantas-tantas… que traigo en la
cabeza-corazón.
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