miércoles, 18 de enero de 2012

Mi encuentro con el yoga. Parte 2. El encuentro con el cuerpo


Parte 2. El encuentro con el cuerpo. 

 

Mi cuerpo

 

Practica de yoga 2009.
Mi cuerpo, mi cuerpo, mi cuerpo. Esa fue otra cosa que tuve que aprender, tenía un cuerpo. Yo no sólo era cabezota, era una mujer con cuerpo ¡qué fuerte! No podrán creer la gran cantidad de complejos que tenía —y sigo teniendo— con mi cuerpo. Bueno, para empezar nunca me lo veía, menos lo conocía ya ni hablemos de admirarlo o modificarlo o mejorarlo. No pues, eso no era parte de mí. 
Entonces casi puedo recrear una escena en la que el maestro nos pedía que extendiéramos los dedos del pie en el mat para iniciar tadasana ¿cómo? ¿los dedos de dónde? Ni siquiera se podían separar. Yo nomás sabía ponerme de pie, pero hacer todas esas cosas de extender los dedos, alargar las piernas, los brazos, alinear la cabeza, hacer todo eso junto para mí era algo súper complicado.

Era un poco cómico, porque con mis ganas de hacer bien las cosas, entonces cuando decían tadasana o la montaña, inmediatamente me agachaba y tomaba uno por uno de mis dedos para separarlos y depositarlos en el suelo, y cuando me levantaba se volvía a mover para juntarse de nuevo.

Son muchos buenos recuerdos de esos primero encuentros conmigo a través de mi cuerpo. Por ejemplo, esa metáfora de que la planta del pie es nuestra raíz, que es lo que nos arraiga a la tierra y nos mantiene firmes para atender las tempestades de la vida cotidiana. Entonces el maestro, en ese entonces Pedro, agregaba: esa firmeza de la raíz de tu árbol hay que llevarla a la vida diaria. Con esas metáforas, no iba a permitir que mi base fuera inestable. No señor! Mi vida necesitaba firmeza, arraigo, presencia y mucha fortaleza para andar por ella.

 

Las partes de mi cuerpo

 

Si el encuentro con mi cuerpo, digo con el conjunto de mi cuerpo, fue difícil, no les quiero contar qué ha sido el encuentro con las partes de mi cuerpo

Todavía puedo mirar la cara de mis maestros cuando decían que moviéramos algún hueso o músculo. Por ejemplo, decían baja el sacro y alárgalo (bájalo) hacia el suelo ¿Pero que es eso y cómo se mueve? Entonces a través de sus ojos puedo mirarme pensando:

    Ese hueso, ese, ese, ese hueso…? ¡seguro que lo tengo!, ¡pero segurísimo que lo tengo! ¡Claro, todos lo tenemos! ¡Claro que lo tenemos todos: hombres y mujeres, y yo soy mujer, así que lo debo de tener!

Y hacia un rapidísimo escaneo por mi cuerpo preguntándome

    ¿dónde estará? ¿cuál será? ¿cómo lo voy a mover si ni siquiera sé dónde está?

Lo único en lo que no tenía duda, era en que en mi cuerpo había una cosa llamada sacro.

Con el tiempo supe que ese hueso, el sacro, es de los huesos más fuertes de nuestro cuerpo, base de la columna vertebral y el último hueso en quemarse en una incineración —disculpen pero mi aprendizaje es significativo y me ayuda tener estas referencias para adquirir conocimiento, ah! porque como ya saben soy cabeza dura y tuve que investigar qué y dónde estaba ese hueso—. Así, ya no se me iba a olvidar cuál era ese hueso y porque era tan importante trabajar con él en todas las clases, sobre todo para alinear mi espalda (columna) que tendía a caerse hacia al frente, es decir, cerrar y cerrar el pecho.

 

Los movimientos de mi cuerpo

 

Otra parte de mi cuerpo que me costó mucho trabajo identificar y más aprender a mover para proteger mis rodillas y fortalecer mis débiles piernas fueron las rótulas. Esa pieza de inserción entre las rodillas que permite el movimiento de todita la pierna, y que articula y da consistencia a la conexión entre la parte de inferior de la pierna (gemelos, espinillas, tobillo, planta del pie y dedos) y la parte superior (los muslos y hasta los glúteos). 

De estas mentadas rótulas recuerdo perfecto una clase en la que mi queridísima maestra Adriana con todo paciencia se detienen frente a mi cuando estaba haciendo triconasana (el triángulo) y me dice —tienes que subir la rotula. Efectivamente puse mi cara y mis ojos de ¡¡mmm??
 
No había duda: no sabía subir la rótula. Entonces me indicaba con sus manos y sus dedos hacia dónde y cómo debía mover la rótula para proteger mis rodillas y trabajar con todas mis piernas, y por supuesto evitar hiperextender mis piernas en esas asanas de pie. Entonces me dice
ponte en tadasana (postura de pie o la montaña)
Y pacientemente se sienta con las piernas cruzadas frente a mí para explicarme cómo carajos mover la rótula. Y así estuvo unos minutos, hasta que le dije
no puedo, no puedo, ya mi cuerpo aprenderá.
Pacientemente me miró y dijo algo así como:
—hoy no es día de mover la rótula.

Adriana, como maestra, tienen muchas virtudes y una de ellas es alentar a sus alumnos a hacer las cosas y luego de hacerlas, hacerlas mejor, pero si no se puede, nos deja con la sensación de: ah! ya será otro día!!, por hoy, no. Esto sin que eso signifique esforzarte de más o rendirte con facilidad, esa algo así como: inténtalo, pero si no es hoy, lo intentas otro día, pero no te venzas. 

Pero dejen compartirles lo que me estaba pasando en ese momento en el que no podía mover la rótula. Mi cabeza me hervía y ya me estaba estresando, ya me estaba desesperando por mi incapacidad por hacer ese movimiento, pero estaba pensando (“justificándome”):

¿y cómo voy a mover algo que apenas y conozco? Esa rótula recién me la presentaron y la estoy estrenando. Esa rótula me acabo de enterar que se movía y ese día Adriana me descubría (explicaba) cómo ese movimiento lo dirigía yo. Ufff!! Era demasiado!!!

Efectivamente, mis primeras clases de yoga, y les hablo de los primeros 2 ó 3 años de práctica, fueron un descubrimiento constante de mi cuerpo, es decir: un encuentro conmigo.

En conclusión, esos primeros años de práctica de yoga me llevaron aceptar con toda conciencia: Angélica es cuerpo, es mente y es espíritu. Aunque esto último, debo aclarar, del ser espiritual-Angélica, más bien de la conciencia del ser espiritual-Angélica me llegó mucho después, digamos que para eso me lleve más años, muchos más aprendizaje de yoga y de otras cosas.

Como siempre lo digo: me gustan los caminos largos y para eso de la vida espiritual no fue la excepción, me tomé el camino más largo y más difícil para llegar a aceptar con todos sus letras que Angélica, además de cabeza (mente) y cuerpo, también y sobre todo es un ser espiritual.

MMM!! mmm!! Así que moraleja: sí Angélica pudo, cualquiera puede. Siempre hago esa broma: sí yo pude, cualquiera podrá transformarse y con mayor facilidad. De verdad, ahora que lo veo a la luz de tanto tiempo —digo más de 8 años de andar por el camino de yoga, para mí es mucho tiempo— y de tantas cosas que se me han transformado apenas y me reconozco, pero sé que en esencia siempre fui esta, sólo que me tomé el camino llegar a lo mejor de mí. 

Que estén bien.

Namaste

lunes, 16 de enero de 2012

Mi encuentro con el yoga. Parte 1. El encuentro conmigo

Árbol que crece torcido…,
de verdä que su tronco endereza!

Con profundo respeto y agradecimiento a mis primeros maestros de yoga.



Parte 1. Del encuentro conmigo


Mi primer encuentro con el yoga fue un encuentro conmigo.
En realidad hasta mis 33 años jamás había realizado ninguna actividad física —háblese deporte o cualquier cosa que tuviera que ver con mover el cuerpo[1] de manera consciente—, ya no digamos realizar alguna actividad artística o recreativa. Esas cosas no estaban dentro de mí vida.
Entonces hacer algo con mi cuerpo, era, de inicio, una forma de recuperarme en muchos sentidos. Y ahora les cuento.
Hasta el día que entré a mi primera clase de yoga —hasta ese merito momento, ese domingo 5 de enero de 2003— mi frenética vida se reducía a estudiar y trabajar. Eso sí, obtuve niveles de excelencia en mis estudios de licenciatura y maestría —premio a la investigación por tesis de licenciatura y medalla al merito por estudios de maestría—, y tenía un futuro prominente con mis estudios de doctorado.
A esa edad, ya había tenido trabajos “importantes”, “bien” remunerados y había participado en proyectos “importantes” para… mmm! pues ya ni sé, lo único de lo que sí puedo estar segura, ahora, es que mi vida seguía vacía, no me tenía a mí.
El resultado: un cuerpo enfermo, que era resultado de una mente y un espíritu completamente apabullados y maltratados por una “inteligencia” racional, lógica y determinista de un ser humano (yo, Angélica) que no sabía estar consigo misma.
Sí a ese modo de vida le agregamos una hernia hiatal congénita, un cuadro de gastritis y colitis controlados con medicamentos desde los 14 años, porque además se podrán imaginar que me “tuve” que forjar un carácter fuerte, determinado y controlador para andar por la vida.
En síntesis, esta es mi vida hasta antes del yoga: cuerpo enfermo y un ser hiperactivo, explosivo, compulsivo y controlador. No me quejo, pero durante mucho tiempo sí lo hice, pero además adquirí una rigidez e intolerancia por muchas cosas: lo mal hecho, lo desorganizado o lo ambiguo no tenían cabida en mi vida ¡uy! Sí que me ponían un poco frenética, más bien histérica por tonterías.
Con el tiempo y con otras cosas —de las que luego hablaré— ahora sólo puedo reconocer, aceptar y agradecer que ese camino largo era el que me tocaba andar para llegar al yoga.
En diciembre de 2002, fue el inicio de ese andar. No sabía por dónde, lo único en lo que pensaba era en que ya no podía seguir con esa vida: mi fase de alcoholismo había llegado a su límite. Pequeño detalle, del que había omitido hablarles.
La crisis generada por la pérdida de un amor ya había llegado a su nivel más bajo y no duden sí les digo que no me costó trabajo aceptar que ya tenía que hacer algo y pronto, ya que nadie lo iba a hacer por mí.
Entonces dije, voy a aprender algo que me ocupe: Natación, baile o yoga. Nótese que el inicio fue ocuparme más, pero nunca pensé que esa nueva “ocupación” sería tan importante en mi vida y que en realidad vendría a cambiar radicalmente mi modo de vida, pero sobre todo mi actitud en, para y con la vida.
Con una estructura mental como la mía, bebía recabar información: ubicación, horarios, costos, requisitos.
La oferta de yoga fue la mejor, por varias razones: no interfería en mi idilio con el trabajo, ya que era en domingo y había una clase a las 9 de la noche, pero lo más importante no debía tener experiencia ni conocimientos previos, y había un curso para principiantes ¿caray qué más quería?
Desde la primera clase me sentí bien y al siguiente domingo regresé y hasta compré mi primer mat (tapete de yoga). No sé por qué, pero no tuve duda de que mi cuerpo podía aprender poco a poco a estar. 

El encuentro con el origen: La respiración


El primer mes de yoga fue muy ilustrativo en muchos sentidos. Me percaté y recordé la importancia de respirar, ese fue mi primer reto. En ese momento llevaba más de 15 años fumando y ya consumía más de una cajetilla al día (digamos que una y media, bueno a veces 2 !uy!).
El sólo pensar en que no se respiraba por la boca me provocó un re-aprendizaje elemental. No podía creer que llevará tantos años respirando mal. Entonces, para mí, poner atención en ese hecho fue la clave para aprender a estar, como dicen a estar en el momento presente.
¡Claro! ¿cómo no? El aire es la base de la vida y lo estoy haciendo mal, no pues a corregirlo y ya sabrán que con lo compulsiva que soy —ahora menos— me dedique a cuidar mi boca y mi nariz.
Entonces el cuerpo tuvo sus respuestas. En febrero de 2004 tuve una infección en la garganta que termino en otitis. Falte tres días al trabajo ¿y saben lo que eso significaba? Sí, el acabose.
El quinto día de enfermedad, continuaba con una fiebre terrible y el antibiótico no me ayudaba, tenía sed y no tenía agua en casa, era de madrugada y tenía dolor en todo —cuerpo, alma y espíritu—, y al ver los cigarros me dije: ¿qué me estoy haciendo? ¡no puedo seguir con esto! ¡Este dolor de todo ya lo no aguanto! Y si una fuente de este dolor es el cigarro, la decisión fue sencilla: ya no voy a fumar.
En ese momento —sólo en ese momento, en esa madrugada— me di cuenta del dañado que le había hecho a mi cuerpo.
No fueron los diagnósticos médicos ni las operaciones ni los tratamientos medicamentosos ni las terapias sicológicas ni que me lo dijera mi madre o mis hermanas o amigos, fue esa madrugada y mirarme tan lejos de mí, lo que me hizo empezar a regresar mi mente y mi alma a mi cuerpo físico y para ello el yoga era el medio. Y ya que les digo, pero en esas ando.
El hecho de pensar en todos esos dolores me alejo definitivamente del cigarro, porque además había encontrado una “herramienta” que me hacía sentir bien: el yoga.
Así, durante los siguientes meses ese fue mi trabajo: re-aprender a respirar. Al principio para ser consciente del aire que entraba y salía por mi nariz hacia unos sonidos (ruidos) fuertísimos, mismos que con el tiempo se fueron suavizando.
Hasta aquí… va pues, ya luego les cuento luego de mi encuentro con mi cuerpo, mi encuentro con los órganos y partes de mi cuerpo, y el encuentro más grande: el encuentro con el espíritu y el alma que habitan en este cuerpo.
Va pues.
Que estén bien.
Angélica Gs.
[[P.D. de la caja del recuerdo... este texto es de 2009-2010, ya les comparto mis siguientes encuentros con el yoga, el baile (la salsa), el cine, la lectura y todo lo demás]]
  


[1] ¿Que cómo puede ser eso? Son tres aspectos que de manera general explican esta situación:
(1) Siempre fui a escuela pública y esto significó cumplir con lo mínimo indispensable en las actividades deportivas para que un maestro diera su clase y los alumnos nos ocupáramos durante 1 hora o menos, es decir, en mi experiencia —no sé en ustedes, pero en la mía—, no tuve ningún aliento para tomarle cariño al deporte, ya que estaba marcado por la obligación, pero además por actividades que no me interesaban.
(2) Fuimos 11 hermanos, de los cuales vivimos 9 ¿y saben lo que es dar de comer, educar y vestir a tanto hijos en una familia que fue de nivel bajo a medio? Efectivamente, no había para esas actividades y en realidad en cuanto se tuvo edad, las actividades eran cooperar en las labores de casa o en los negocios de mis padres. Esas eran las tareas extra después de la escuela o la tarea, mis hermanas mayores pueden dar cuenta de ello mejor que nadie.
(3) Cuando pude trabajar pagué mis estudios y después me dedique a trabajar, trabajar-estudiar o estudiar-trabajar y luego trabajar-trabajar, es decir nunca tenía tiempo.

miércoles, 4 de enero de 2012

De los deseos y las peticiones, las del corazón a los Reyes Magos

Me encanta pensar en escribir mi carta a los Santo Reyes, para mí, y creo que para mis hermanos, por cómo fuimos criados, representa el acto de inocencia y pureza más significativo que tenemos en torno a las festividades de navidad. Es el momento de ofertar buenos comportamientos y pedir sin miramientos. 

Y ayer mientras iba en el Trolebus rumbo a Iztapalapa al ver a un rey mago con su cargamento, que incluía un patín del diablo, se me dibujó automáticamente una gran sonrisa en mi rostro, nomás de pensar en “Mis reyes”. Así, empecé a hacer mi lista a los Santos Reyes y estaba tan concentrada en eso, entre lo que pediría y las explicaciones que les daría a los reyes para justificar mi gran lista, que hasta la bajada en Bellas Artes se me estaba pasando.

Ya sentadita en mi ruta Bellas Artes-Iztapalapa de nuevo se me dibujó la sonrisa y continué con mi lista, misma que hoy terminé.
Queridos Santos Reyes…
Antes que nada, gracias por las todas las bendiciones recibidas durante el 2011, les agradezco la salud, el trabajo, los viajes, las lecturas, la música, el amor, la alegría, la compañía y hasta la solitariedad.
Como saben el año pasado trabajé muchísimo, pero no pude descansar durante el fin de año, así que les pido unos cuatro días de vacaciones en un SPA con masaje, buena comida y mejor descanso, ya no les pido que sea acompañada porque eso sería un abuso, aunque sí saben de un buen acompañante no se los voy a despreciar.
Ya saben que el año pasado empecé a hacer bicicleta fija y debo continuar con esa disciplina, así que les pido mi triciclo, ese que ya saben, color vino.
También saben que el año pasado por cuestiones de trabajo tuve que hacer mudanzas parciales 3 veces y estoy hasta la M con estos trajines y aunque estoy cansada por los trayectos en la Ciudad Monstruo —como dice Emilio— lo mejor será que, por el momento, continúe en mi casita de Tlalne, así que les pido los arreglos correspondientes, ya saben, lo necesario para hacer de este lugar un espacio más habitable, agradable y confortable para vivir y trabajar. Bueno les recuerdo que necesita esta casa: pintura en el estudio, bueno más bien corresponde pintar toda la casa; arreglar la instalación eléctrica del estudio, cambiar el calentador, las ventanas y el piso. Comprenderé si sólo me traen una parte de esto, pero por lo menos lo más urgente: el calentador, la instalación y la pintura.
Ah! Ya saben que le sigo trayendo ganas a la colección de Yo-Yo Ma, así que si quieren traérmela será buena compañía para mis largas jornadas de trabajo.
AH! AH! AH! mmm!! MMM!! bueno-bueno-bueno ya saben que tengo mi listado de lugares a dónde ir antes de partir de esta tierra, si pues, ya saben que me gusta mucho esta tierra-mundo y viajar por ella, así que de esa lista, pues con lo que gusten cooperar para este año, por lo menos que sean 2 lugares ¿sí?
De lo demás, pues ya me cansé de pedirles mi muñeco de carne hueso, así con todas esas cualidades que ya saben, cada año se los pido y no me lo traen, no es reclamo pero supongo que están escasos y con mucha demanda, así que les pido que si tienen una lista de prioridades me pongan en los primeros lugares de prelación, no sean gachos —no es incidía ni nada, pero tengo amigas que ya van por el cuarto y yo ni a uno llego—. Bueno les agradezco la intención esa del MaxSteel que me dejaron en casa de Erika y Alfredo, ya hace algunos años, pero quisiera que escucharán las necesidades de mi corazón.
Les sigo pidiendo trabajo, pero ya saben que mi propósito este año es trabajar menos y dirigir más, eso sí con mejor paga, no olviden estas precisiones en cuanto a mi trabajo. Ya saben que tengo un trabajo genial, creativo y propositivo, así que de eso no tengo queja, pero de las formas de realizarlo ya estamos en el camino de dirigir más y hacer menos. Mantengan con salud y buena actitud a mi equipo de trabajo, que por cierto si podemos hacerlo más grande, creo que todos podemos ganar.
Por lo demás, les sigo pidiendo salud, prosperidad, armonía, creatividad, ganas de saber, mantener mi capacidad de sorpresa y, por supuesto, seguir compartiendo este gran corazón y esta cabezota con quien esté cerca.
Por supuesto, salud y bienestar para mi madre, mi familia, Beatricita y mi otra familia, es decir mis amig@s.
Tengan la seguridad que me seguiré portando bien, trabajando lo necesario, cuidando mi salud, manteniendo la prudencia y, por supuesto, haciendo yoga.
AH!! AH!! se me olvidaba algo muy importante para mí bienestar, ya conocen mi gusto por el baile, así que de vez en cuando —por lo menos dos veces al mes— mándame un buen compañero de baile, ya saben que eso me alegra mucho el espíritu.
Ahora sí les agradezco su atención, que estén muy bien y nuevamente muchas gracias.
Atentamente
Angélica Garnica Sosa

lunes, 2 de enero de 2012

Del dolor y otras cosas

Esta historia se la compartí a una gran amiga hace algunos años, la he compartido a otros amigos y ahora se las dejo a ustedes. A propósito de los duelos, el dolor y otras cosas.

Querida amiga

Estupa, Valle de Bravo, Toluca.
Día de buenas búsquedas y mejores intenciones
Lamento mucho por lo que pasas, tu dolor por el rompimiento con el ser amado me hizo recordar parte de mi historia, la cual te comparto ahora.
La última vez que vi Antonio descubrí como la mente produce el dolor. Antonio había sido el gran amor de mi vida, es un hombre extraordinario, pero ya fue, ya paso, ya no está más conmigo. Y te cuento.
Hace unos años tuve un accidente automovilístico, el cual me llevo a ver mi vida, toda mi vida, en fracciones de segundo y fue como una sobreposición de imágenes, de fotografías, todo paso al mismo tiempo.
Del accidente me quedaron, además de dos molestas fisuras en costillas y un esguince en cervicales, seis meses de inactividad física y de rehabilitación, y muchas tareas.
Durante el accidente, en ese instante cuando sentí que la vida se me iba, vi cosas: a mí, a mi familia, a mis amigos y, por supuesto, al ser amado: Antonio. Ver mi vida en un instante me permitió, primero dar gracias Dios por mi vida y luego fue un estate quieta ¿a ver si es cierto que puedes estar sin el yoga y si el baile? ¿será que puedes estar en silencio y sin moverte? Esta fue la primera lección.
Ese diciembre, sola en casa, inmovilizada le hablé a dos o tres personas para decirles gracias, te quiero, tengo ganas de verte, es decir hice cosas que tenía pendientes y me prometí no volver a dejar de decir nada y menos lo que sentía, no fuera que la vida se me fuera y me quedará con las ganas de…
Así, después de 2 años de no saber nada Antonio, de no hablar con él, me pregunte por él y muchas otras cosas: ¿Será que ya se nos acabo el amor? ¿Será que ya no podemos estar juntos? ¿Será feliz? ¿Será que podemos recuperar algo? ¿Será que podemos intentar volver a estar juntos?
Sólo había una manera de saberlo: hablar con él. Ni su teléfono tenía, lo conseguí a través de una “amiga” común, pero fue tan difícil marcar para hablar con él. Al principio la conversación fue tan torpe, tan desajustada, tan de monosílabos, pero por fin le propuse ir a comer para platicar. Así, salí aquel viernes de mi oficina rumbo al Centro Histórico rumbo a mi cita con el destino.
Me esperaba en un bar, estaba sentado en la barra tomando su whisky, nos miramos a los ojos buscando no sé cuántas cosas, nos abrazamos y sin más nos fuimos a comer. Durante la comida la coversación fue ligera, nada de profundidades, sólo hablamos de nuestros trabajos y nuestros proyectos. Yo necesitaba privacidad para platicarle y preguntarle cosas, "mis" cosas, así que lo invité a ir a mi casa. En ese tiempo vivía por Santo Domingo, en aquel departamento del quinto piso con extraordinaria luz y mejor vista. Llegamos a casa, se sentó en la sala mirando hacia la ventana y yo mirando hacia la puerta. Ya en ese momento hablaba poco, sólo con monosílabos o frases cortas.
Y empezó el interrogatorio…
   ¿qué tal tu matrimonio? Y sólo asentía con movimientos de cabeza expresiones cuya lectura podían ser: “bien”, “va”, “qué te puedo decir”, …
   ¿eres feliz…? Y de nuevo movimientos de cabeza…
A esas alturas y al ver su mirada lejana, ausente, de mí, —él tenía una mirada para mi, esa mirada ya no estaba en sus ojos, ya no existía, era una mirada tan transparente que siempre me decía su humor, su miedo, su amor, su enojo— empecé a sentir punzaditas en el pecho-corazón, luego empecé a sentir cómo se me cerraba la garganta, pero seguí preguntando, y después de hablar y preguntarle sobre la posibilidad de regresar, por la remota posibilidad de estar juntos de nuevo y no encontrar respuesta, sentí una sutil pero profunda punzadita en mi pecho-corazón, la sangre se empezó a helar, era un abismo el que había entre nosotros, pero seguí …
   ¿ya no me amas? Y el silencio llego…
   ¿qué fue de nuestro amor? ¿de verdad ya no hay nada? Y el silencio continúo...
Encogió los hombros, me volteó a ver, apago su cigarro y luego miró hacia el infinito…
Las respuestas de nada, nada ya no hay nada, fueron tan contundentes. Las punzadita en mi pecho-corazón, y ahora mi sangre caliente, hacían que mi voz se empezará a quebrar y mis ojos a inundarse. Sentí como si algo por dentro se me partiera, la mente —cabeza— la sentía pesada, se me nubló la vista y sentí como si algo me estrangulara, ya la garganta y las manos estaban tensas.  
Ya me costaba trabajo que las palabras salieran y los ojos terminaron por inundarse, hasta que al final se derramaron, y a pesar de haberme prometido no llorar, menos frente a él, pus lloré y le dije:
   pero que conste, aquí frente a Dios, y miré una cruz de barro que tenía de frente, que hice lo posible para “rescatar” algo, ¿si algo había?, pero ya veo que no…
Y luego agregué:
   ¿pero sabes…?, estoy segura que algo muy bueno, muy bueno, me está esperando allá adelante. Diosito me tiene guardado algo por allá adelante. No sé qué sea, pero me lo tienen guardado y es muy bueno, porque ya pagué por adelantado. Te deseo que seas feliz, lo mereces, que Dios te bendiga…
No había terminado de decir eso, cuando él me miro con unos ojos que sintetizaban una compasión infinita y un dolor inmenso, por él y por mí, guardo silencio y se fue.
Me quedé sentada en la sala y seguí llorando, pero llego un momento en que sentí que la casa me ahogaba, tuve que salir y sólo me quedé sentada en el escalón de la puerta, mirando las escaleras por donde él se había ido.
Respiré, respiré, respiré, pero también seguí llorando en silencio por un largo rato, ya repuesta, entré a la casa, la miré, me miré y miré a Antonio partir —digo, traía a mi mente el recuerdo de su partida— y sentí como si el pecho me fuera a estallar y ahora llore a gritos ahogados su ausencia, mi dolor, mi soledad.
Ya no fumaba, pero prendí un cigarro, me supo a madres y lo apagué, y mejor seguí llorando. Después de un rato sentí que mis ojos ya no podían llorar más, me dolía la cabeza, sentía nauseas, fui al baño y me miré al espejo. La imagen que vi de mi en ese espejo, no la voy a olvidar nunca: era la imagen de una alma en pena, de verdad, era como la imagen de un ser que no era yo.
Me dio tanta pena verme, pero me seguí mirando en el espejo, me miré a los ojos y me pude ver y sentir hacia dentro: la prolongada punzadita en mi pecho-corazón, el nudo en mi garganta, el ardor e hinchazón en mis ojos, mi sangre pesada y la densidad de mis pensamientos y sentimientos… era demasiado.
Verme así fue terrible, patético, lastimoso, espantoso. Abrí la llave del agua, sentí y miré correr el agua entre mis dedos, y mojé mi cara y pensé:
   Puedo tomar el agua, verme al espejo, estar de pie ¡en realidad estoy bien!
Pensé en mí, en mi persona —cuerpo físico, pues, pero pensé en eso— y eso me trajo al presente.
   No pus sí, la verdad es que, en esencia, estoy bien!
Y asentía con la cabeza y me volví a ver al espejo, y me dije, hasta en voz alta:  
   ¡Estoy bien!, ¡no estoy enferma!, ¡estoy sana!! ¡estoy bien!
Y pensé, ahora, en la respiración, más bien empecé a tener conciencia, nuevamente, sobre mi respirar, pero luego nuevamente atraje a mi cabezota el pensamiento, el recuerdo, de Antonio ahhh!! ayyy!! auuuch!! Las lágrimas nuevamente corrieron por mi cara y el corazón se volvió a agitar y de nuevo el nudo en la garganta, y vas de nuevo a sentir feo, pero luego volví a pensar en esto:
   Estoy parada frente al espejo, puedo pensar, puedo lavarme la cara, ¡no pues la verdad, la verdad,… lo que es la verdad: es que estoy bien!
Y hasta fui capaz de sonreír, ¡porque me burle de mí! y pensé
   ¿puedo seguir trayendo la avalancha de cosas tristes a mi mente o dejar todo eso y sólo ver y pensar en cosas simples, estoy bien y sí sigo llorando los ojos se me pondrán de sapo y mañana me voy a ver muy fea
Y  me volví a reír de mí.
   Puedo observar cómo es respirar, ya sé cómo se hace, lo hago a cada ratito en mis clases de yoga.
   Puedo observar qué estoy pensando, también ya sé cómo se hace y sin dar otro contenido que ese, ver que pasa por mi cabezota.
Entonces dije:
   CARAJO SI TODO ES COSA DE LA MENTE Y ESA LA MANEJO YO,… es lo único que “manejo”, tengo de dos: sigo sintiendo feo o pienso en lo que tengo ahora.
La decisión fue sencilla: ¡no pus de mensa! En ese momento decidí seguir pensando en cosas más sencillas y así calmar mi llanto y limpiar mi mente de la ausencia de Antonio. Total hasta antes de esa cita ya ni estaba, pero esa fue otra reflexión que hice después, durante los siguientes meses.
Me sentía tan cansada, pero seguía pensando en esa cosa casi “mágica” del juego de la mente y sus pensamientos, para luego preguntarme ¿cómo he estado tanto tiempo con eso? Todo es cuestión de que yo decida que hago con mis pensamientos, eso es lo único que controlo.
Pensé: ¡No puedo evitar que Antonio se vaya, ni mucho menos que me deje de amar, no puedo controlar nada de eso, ya que no depende de mí, pero sí puedo decidir qué pensar y qué traer a mi mente!
Ahora sé que fue lo hice en ese momento, los budistas hablan de muchas de esas cosas: observación, encontrar la fuente del dolor, observar la fuerte de dolor y separarse de ella, estar en el momento presente, en fin. Todo eso tiene nombre y diversas explicaciones, ahora lo sé —bueno, digamos que soy más consciente de esas cosas y agreguemos que sé un poquitín más, aunque me falta tanto por aprender—.
En esos momentos no sabía nada de budísmo, ese día era una cuestión de sobrevivencia, porque ya no soportaba tanto dolor y sufrimiento. Y mira que ya sabía de dolor...!! Sí que lo sabía, sí que lo supe y desde muy pequeña por cosas que ahora no voy a contarte.
Después de ese encuentro con el dolor, leí cosas de autoayuda —desde Jorge Bucay, pasando por Dalai Lama—, asistí a cursos, continúe con el yoga, empecé a meditar, fui a clases de baile y tuve mi largo duelo.
Ahora “sé” otras cosas, como la necesidad de estar rodeada de cosas buenas, positivas, de personas sanas, de tener actitud positiva y todas esas que complementan el estar bien.
En resumen, de lo que se trata es estar bien al día, alejar lo que uno no quiere, lo que no necesita. En mi caso, el dolor inmenso que me produjeron las ausencias, porque con Antonio eran muchas ausencias: del compañero, del hombre, del amigo, del protector, del amoroso, del amor, del sexo, de la pasión, de la imaginación, de los sueños, del proyecto de vida, de la comprensión y hasta la idea de tener un hijo —con él con el único que pensé en la posibilidad de tener un hijo—, uy cuántas cosas…! Eran muchos duelos, por eso pasaron muchos años antes de poder “salir” con alguien más. Así, es respeté con mucha devoción ese duelo.
Después vinieron más cosas: asumir y cerrar ese ciclo de aceptación hasta poder decir: "ya no está conmigo, estoy bien y con lo que tengo soy feliz".
Se trata, también, de atraer hacia uno las cosas sencillas de la vida y a veces empezar a disfrutar lo que se tiene. En mi caso: disfrutar mi vida y mi casa en el Centro Histórico, algo que no había hecho porque él no estaba.
Luego ayuda describir lo magnifica que es una! y tal vez plasmarlo en una hoja blanca: hacer el listado más grande y amoroso de las cosas buenas, de las cualidades y los talentos que una tiene y quedarse con eso para dormir, despertar, trabajar y estar en esta vida. Y de lo demás, el dolor y las otras cosas, no hablamos por el momento.
En fin, todo esto para decirte que tu y que yo, y que todos los seres de este planeta decidimos que queremos hacer con nuestras emociones y nada me lo ha dejado tan claro como aquello que dice: “todo lo que somos es el resultado de lo que pensamos” (Siddhārtha Gautama, alias Buda).
Te quiero.
Ojalá esta historia de dolor y otras cosas te ayude.
Que estés bien.
Un gran abrazo.
Angélica

Nota 1. Contexto del Manual de Seguridad Universitaria 2021

Contexto.  La primera versión de Manual de Seguridad para Instituciones de Educación Superior se publicó en 2011 y la segunda versión salió...