lunes, 2 de enero de 2012

Del dolor y otras cosas

Esta historia se la compartí a una gran amiga hace algunos años, la he compartido a otros amigos y ahora se las dejo a ustedes. A propósito de los duelos, el dolor y otras cosas.

Querida amiga

Estupa, Valle de Bravo, Toluca.
Día de buenas búsquedas y mejores intenciones
Lamento mucho por lo que pasas, tu dolor por el rompimiento con el ser amado me hizo recordar parte de mi historia, la cual te comparto ahora.
La última vez que vi Antonio descubrí como la mente produce el dolor. Antonio había sido el gran amor de mi vida, es un hombre extraordinario, pero ya fue, ya paso, ya no está más conmigo. Y te cuento.
Hace unos años tuve un accidente automovilístico, el cual me llevo a ver mi vida, toda mi vida, en fracciones de segundo y fue como una sobreposición de imágenes, de fotografías, todo paso al mismo tiempo.
Del accidente me quedaron, además de dos molestas fisuras en costillas y un esguince en cervicales, seis meses de inactividad física y de rehabilitación, y muchas tareas.
Durante el accidente, en ese instante cuando sentí que la vida se me iba, vi cosas: a mí, a mi familia, a mis amigos y, por supuesto, al ser amado: Antonio. Ver mi vida en un instante me permitió, primero dar gracias Dios por mi vida y luego fue un estate quieta ¿a ver si es cierto que puedes estar sin el yoga y si el baile? ¿será que puedes estar en silencio y sin moverte? Esta fue la primera lección.
Ese diciembre, sola en casa, inmovilizada le hablé a dos o tres personas para decirles gracias, te quiero, tengo ganas de verte, es decir hice cosas que tenía pendientes y me prometí no volver a dejar de decir nada y menos lo que sentía, no fuera que la vida se me fuera y me quedará con las ganas de…
Así, después de 2 años de no saber nada Antonio, de no hablar con él, me pregunte por él y muchas otras cosas: ¿Será que ya se nos acabo el amor? ¿Será que ya no podemos estar juntos? ¿Será feliz? ¿Será que podemos recuperar algo? ¿Será que podemos intentar volver a estar juntos?
Sólo había una manera de saberlo: hablar con él. Ni su teléfono tenía, lo conseguí a través de una “amiga” común, pero fue tan difícil marcar para hablar con él. Al principio la conversación fue tan torpe, tan desajustada, tan de monosílabos, pero por fin le propuse ir a comer para platicar. Así, salí aquel viernes de mi oficina rumbo al Centro Histórico rumbo a mi cita con el destino.
Me esperaba en un bar, estaba sentado en la barra tomando su whisky, nos miramos a los ojos buscando no sé cuántas cosas, nos abrazamos y sin más nos fuimos a comer. Durante la comida la coversación fue ligera, nada de profundidades, sólo hablamos de nuestros trabajos y nuestros proyectos. Yo necesitaba privacidad para platicarle y preguntarle cosas, "mis" cosas, así que lo invité a ir a mi casa. En ese tiempo vivía por Santo Domingo, en aquel departamento del quinto piso con extraordinaria luz y mejor vista. Llegamos a casa, se sentó en la sala mirando hacia la ventana y yo mirando hacia la puerta. Ya en ese momento hablaba poco, sólo con monosílabos o frases cortas.
Y empezó el interrogatorio…
   ¿qué tal tu matrimonio? Y sólo asentía con movimientos de cabeza expresiones cuya lectura podían ser: “bien”, “va”, “qué te puedo decir”, …
   ¿eres feliz…? Y de nuevo movimientos de cabeza…
A esas alturas y al ver su mirada lejana, ausente, de mí, —él tenía una mirada para mi, esa mirada ya no estaba en sus ojos, ya no existía, era una mirada tan transparente que siempre me decía su humor, su miedo, su amor, su enojo— empecé a sentir punzaditas en el pecho-corazón, luego empecé a sentir cómo se me cerraba la garganta, pero seguí preguntando, y después de hablar y preguntarle sobre la posibilidad de regresar, por la remota posibilidad de estar juntos de nuevo y no encontrar respuesta, sentí una sutil pero profunda punzadita en mi pecho-corazón, la sangre se empezó a helar, era un abismo el que había entre nosotros, pero seguí …
   ¿ya no me amas? Y el silencio llego…
   ¿qué fue de nuestro amor? ¿de verdad ya no hay nada? Y el silencio continúo...
Encogió los hombros, me volteó a ver, apago su cigarro y luego miró hacia el infinito…
Las respuestas de nada, nada ya no hay nada, fueron tan contundentes. Las punzadita en mi pecho-corazón, y ahora mi sangre caliente, hacían que mi voz se empezará a quebrar y mis ojos a inundarse. Sentí como si algo por dentro se me partiera, la mente —cabeza— la sentía pesada, se me nubló la vista y sentí como si algo me estrangulara, ya la garganta y las manos estaban tensas.  
Ya me costaba trabajo que las palabras salieran y los ojos terminaron por inundarse, hasta que al final se derramaron, y a pesar de haberme prometido no llorar, menos frente a él, pus lloré y le dije:
   pero que conste, aquí frente a Dios, y miré una cruz de barro que tenía de frente, que hice lo posible para “rescatar” algo, ¿si algo había?, pero ya veo que no…
Y luego agregué:
   ¿pero sabes…?, estoy segura que algo muy bueno, muy bueno, me está esperando allá adelante. Diosito me tiene guardado algo por allá adelante. No sé qué sea, pero me lo tienen guardado y es muy bueno, porque ya pagué por adelantado. Te deseo que seas feliz, lo mereces, que Dios te bendiga…
No había terminado de decir eso, cuando él me miro con unos ojos que sintetizaban una compasión infinita y un dolor inmenso, por él y por mí, guardo silencio y se fue.
Me quedé sentada en la sala y seguí llorando, pero llego un momento en que sentí que la casa me ahogaba, tuve que salir y sólo me quedé sentada en el escalón de la puerta, mirando las escaleras por donde él se había ido.
Respiré, respiré, respiré, pero también seguí llorando en silencio por un largo rato, ya repuesta, entré a la casa, la miré, me miré y miré a Antonio partir —digo, traía a mi mente el recuerdo de su partida— y sentí como si el pecho me fuera a estallar y ahora llore a gritos ahogados su ausencia, mi dolor, mi soledad.
Ya no fumaba, pero prendí un cigarro, me supo a madres y lo apagué, y mejor seguí llorando. Después de un rato sentí que mis ojos ya no podían llorar más, me dolía la cabeza, sentía nauseas, fui al baño y me miré al espejo. La imagen que vi de mi en ese espejo, no la voy a olvidar nunca: era la imagen de una alma en pena, de verdad, era como la imagen de un ser que no era yo.
Me dio tanta pena verme, pero me seguí mirando en el espejo, me miré a los ojos y me pude ver y sentir hacia dentro: la prolongada punzadita en mi pecho-corazón, el nudo en mi garganta, el ardor e hinchazón en mis ojos, mi sangre pesada y la densidad de mis pensamientos y sentimientos… era demasiado.
Verme así fue terrible, patético, lastimoso, espantoso. Abrí la llave del agua, sentí y miré correr el agua entre mis dedos, y mojé mi cara y pensé:
   Puedo tomar el agua, verme al espejo, estar de pie ¡en realidad estoy bien!
Pensé en mí, en mi persona —cuerpo físico, pues, pero pensé en eso— y eso me trajo al presente.
   No pus sí, la verdad es que, en esencia, estoy bien!
Y asentía con la cabeza y me volví a ver al espejo, y me dije, hasta en voz alta:  
   ¡Estoy bien!, ¡no estoy enferma!, ¡estoy sana!! ¡estoy bien!
Y pensé, ahora, en la respiración, más bien empecé a tener conciencia, nuevamente, sobre mi respirar, pero luego nuevamente atraje a mi cabezota el pensamiento, el recuerdo, de Antonio ahhh!! ayyy!! auuuch!! Las lágrimas nuevamente corrieron por mi cara y el corazón se volvió a agitar y de nuevo el nudo en la garganta, y vas de nuevo a sentir feo, pero luego volví a pensar en esto:
   Estoy parada frente al espejo, puedo pensar, puedo lavarme la cara, ¡no pues la verdad, la verdad,… lo que es la verdad: es que estoy bien!
Y hasta fui capaz de sonreír, ¡porque me burle de mí! y pensé
   ¿puedo seguir trayendo la avalancha de cosas tristes a mi mente o dejar todo eso y sólo ver y pensar en cosas simples, estoy bien y sí sigo llorando los ojos se me pondrán de sapo y mañana me voy a ver muy fea
Y  me volví a reír de mí.
   Puedo observar cómo es respirar, ya sé cómo se hace, lo hago a cada ratito en mis clases de yoga.
   Puedo observar qué estoy pensando, también ya sé cómo se hace y sin dar otro contenido que ese, ver que pasa por mi cabezota.
Entonces dije:
   CARAJO SI TODO ES COSA DE LA MENTE Y ESA LA MANEJO YO,… es lo único que “manejo”, tengo de dos: sigo sintiendo feo o pienso en lo que tengo ahora.
La decisión fue sencilla: ¡no pus de mensa! En ese momento decidí seguir pensando en cosas más sencillas y así calmar mi llanto y limpiar mi mente de la ausencia de Antonio. Total hasta antes de esa cita ya ni estaba, pero esa fue otra reflexión que hice después, durante los siguientes meses.
Me sentía tan cansada, pero seguía pensando en esa cosa casi “mágica” del juego de la mente y sus pensamientos, para luego preguntarme ¿cómo he estado tanto tiempo con eso? Todo es cuestión de que yo decida que hago con mis pensamientos, eso es lo único que controlo.
Pensé: ¡No puedo evitar que Antonio se vaya, ni mucho menos que me deje de amar, no puedo controlar nada de eso, ya que no depende de mí, pero sí puedo decidir qué pensar y qué traer a mi mente!
Ahora sé que fue lo hice en ese momento, los budistas hablan de muchas de esas cosas: observación, encontrar la fuente del dolor, observar la fuerte de dolor y separarse de ella, estar en el momento presente, en fin. Todo eso tiene nombre y diversas explicaciones, ahora lo sé —bueno, digamos que soy más consciente de esas cosas y agreguemos que sé un poquitín más, aunque me falta tanto por aprender—.
En esos momentos no sabía nada de budísmo, ese día era una cuestión de sobrevivencia, porque ya no soportaba tanto dolor y sufrimiento. Y mira que ya sabía de dolor...!! Sí que lo sabía, sí que lo supe y desde muy pequeña por cosas que ahora no voy a contarte.
Después de ese encuentro con el dolor, leí cosas de autoayuda —desde Jorge Bucay, pasando por Dalai Lama—, asistí a cursos, continúe con el yoga, empecé a meditar, fui a clases de baile y tuve mi largo duelo.
Ahora “sé” otras cosas, como la necesidad de estar rodeada de cosas buenas, positivas, de personas sanas, de tener actitud positiva y todas esas que complementan el estar bien.
En resumen, de lo que se trata es estar bien al día, alejar lo que uno no quiere, lo que no necesita. En mi caso, el dolor inmenso que me produjeron las ausencias, porque con Antonio eran muchas ausencias: del compañero, del hombre, del amigo, del protector, del amoroso, del amor, del sexo, de la pasión, de la imaginación, de los sueños, del proyecto de vida, de la comprensión y hasta la idea de tener un hijo —con él con el único que pensé en la posibilidad de tener un hijo—, uy cuántas cosas…! Eran muchos duelos, por eso pasaron muchos años antes de poder “salir” con alguien más. Así, es respeté con mucha devoción ese duelo.
Después vinieron más cosas: asumir y cerrar ese ciclo de aceptación hasta poder decir: "ya no está conmigo, estoy bien y con lo que tengo soy feliz".
Se trata, también, de atraer hacia uno las cosas sencillas de la vida y a veces empezar a disfrutar lo que se tiene. En mi caso: disfrutar mi vida y mi casa en el Centro Histórico, algo que no había hecho porque él no estaba.
Luego ayuda describir lo magnifica que es una! y tal vez plasmarlo en una hoja blanca: hacer el listado más grande y amoroso de las cosas buenas, de las cualidades y los talentos que una tiene y quedarse con eso para dormir, despertar, trabajar y estar en esta vida. Y de lo demás, el dolor y las otras cosas, no hablamos por el momento.
En fin, todo esto para decirte que tu y que yo, y que todos los seres de este planeta decidimos que queremos hacer con nuestras emociones y nada me lo ha dejado tan claro como aquello que dice: “todo lo que somos es el resultado de lo que pensamos” (Siddhārtha Gautama, alias Buda).
Te quiero.
Ojalá esta historia de dolor y otras cosas te ayude.
Que estés bien.
Un gran abrazo.
Angélica

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