viernes, 11 de mayo de 2012

Sobreperdonar


Ayer terminé de leer Sobreperdonar de Armando González Torres y lo concluí después de meses. Es un libro pequeño, pero con tanto contenido, que lo mejor es hacer pausas para disfrutar su lectura y, más, para atender a las reflexiones a las que te invita.
Altamente recomendable para su lectura, lo encuentran en ediciones Magenta http://www.librosmagenta.com/semblanzas_libros/AGT_Sobreperdonar.html
Debo decir que conozco a Armando González y tengo el honor de tener el libro dedicado por él y éste como muchos otros de sus títulos, son como él: inteligente, irónico, bondadoso, reflexivo y cortés.
Les dejo un apartadito que verdaderamente me dibujo una gran sonrisa:

VI

Y pensar que antes había lenguas en las que, para cualquier roce involuntario, se dilapidaba un perdón.
Para entonces, ya la mayoría de las leguas eran inapropiadas para alojar la palabra “perdón”.
Lenguas en las que “perdón” era un verbo inconjugable.
Y sólo en algunas lenguas muertas quedaron restos de la palabra perdón.
Mientras tanto, en otros idiomas se incubaban perdones clandestinos.
Y, de repente, aunque carentes de lengua, aquellos que se consideraban incapaces de perdonar comenzaron a temblar y a abrazarse.
Como esos prisioneros moribundos que, hacinados, ya sin palabras, lloraban de emoción y agradecimiento al ver que todavía podían condolarse del otro.

VII

Surgió, después de esto, un idioma puro. En ese idioma, cuando sabíamos que lo cometido era injustificable, quedábamos convertidos en rehenes de nuestra víctima, pues sólo el don de su disculpa, aunado a la nuestro arrepentimiento podía restituirnos la facultad del lenguaje.
Un idioma puro que lograba denunciar y destruir el tinglado del perdón, pero sin hacer mella en la compasión y la misericordia.
Una lengua festiva en la que la insinuación de la palabra perdón se celebraba con música alegre, música alegre, muchachas fáciles y abundancia de vino.
Y para prevenir la manipulación de la filosofía, la psicología y la política, en ese punto a los niños se les practicaba, desde su más tierna infancia, una delicada operación en las cuerdas bucales que les impedía pronunciar la palabra “perdón”, pero los hacía más tolerantes y bondadosos.
Y para acostumbrarse a la realidad, los niños intercambiaban los roles de víctima y victimario y aprendían de memoria los argumentos filosóficos para justificar su respectivo y reversible papel.
Y como no existían palabras para excusarse o disculparse, se perdonaban con un hálito.
O bien, se inventaban palabras que eran utilizadas en una sola ocasión, escritas en caligrafía antigua y archivadas en un hermoso e inmenso cartapacio.

[[González Torres, Armando (2011). Sobreperdonar. México, Libros Magenta, pp.67-69]]

Nota 1. Contexto del Manual de Seguridad Universitaria 2021

Contexto.  La primera versión de Manual de Seguridad para Instituciones de Educación Superior se publicó en 2011 y la segunda versión salió...