lunes, 8 de febrero de 2016

Infancia atropellada a bordo de un micro...

Para todos los niños de mi vida, esos, esos, esos que me cuentan estas historias y que son mi más grande motor para seguir transformando este país.   En especial para  L, F, S, V, H, L, H... 


María sale corriendo, sonriente y espléndidamente peinada con trenzas y ligas de colores. Magda su madre la espera amorosa en la sección de niños grandes --salir de maternal, significa ser niño grande y para María eso era todo en cuando cruzaba la puerta de su escuelita--.

Eran las tres de la tarde, fue de esos días que el frío cala los huesos y lastima la piel, así que Magda y la pequeña María tomaron la micro para evitar la caminata de 3 kilómetros para llegar a casa.

Ya en el micro, Magda sienta a María en sus piernas. María abraza su mochila color rosa entre sus pequeñas piernas. Apenas unas cuadras y dos asaltantes suben al micro, con pistola en mano y voz amenazante:

-- “pasen sus celulares y cosas de valor, rapidito, rapiditoooooooo!!! Chofer cierra las puertas y síguele… síguele no te hagas pendejoooo!!!

Instintivamente, Magda abraza fuertemente a María, sus ojos se desorbitan y el corazón se le quiere salir del pecho, pero choca con la pequeña espalda de su hija.

Cuando les toca el turno de depositar sus pertenencias, Magda dice muy angustiada:

-- “no traigo nada”.

Fue uno de esos días que extrañamente se despegó del celular y lo dejo en casa, y, como siempre, se echo unas cuantas monedas al pantalón, por lo que se ofreciera de vuelta a la "casita". Ese camino ofrece: paletas de limón, palomitas de maíz, gelatinas y hasta los prohibidos chicharrones… sí, sí, algo de eso "podía" ser la recompensa ocasional por un buen día de trabajo en la “escuelita”.

El asaltante enfadado:

-- ¿¿no traes nadaaaaa?? no te hagas pendeja!!!

En ese instante le arrebata a la pequeña María su mochila y empieza a sacar desespera y violentamente la playera, la blusa, la falda, todaaaaa la ropa de cambio de la pequeña María, y así corroborar, que de valor, esas cosas no tenía nada, sólo para María quien ese día emocionada llevó falda con mallas. 

Y así, mientras el joven ladrón hurga la mochila, María le pregunta a su mamá:

-- Mamá ¿por qué saca mi ropita? ¿por qué saca mi ropita? Mami… ¿por qué el señor saca mi ropita?

El asaltante enfadado vota las preciadas pertenencias de María y se las avienta a su madre.

Bajan veloces de la unidad y le dicen al chofer:
-- Hijo de tu puta madre, síguete de frente y no te pares.

María no alcanza a comprender qué pasó, mientras Magda estrecha fuertemente a su pequeña contra su pecho. 

En efecto, ese día, María no alcanzó comprender qué pasó, pero desde entonces  --y a sus tres años-- ya sabe qué es un asalto en el transporte público.

Cuando llegan a casa, Magda se sienta frente a María y le explica qué pasó, y le da indicaciones de qué hacer:

--  Cuando los señores extraños te pidan tus cosas se las das, no contestes, no les digas nada, porque sí no se las das, te van pegan, ¿entiendes eso?

María asiente vacilante su pequeña y vuelve con la cantaleta:
--  pero mamiiiii... por qué sacó mi ropita?

Magda paciente "intenta" explicar que hay gente que no trabaja y le quita a otras personas sus cosas para venderlas y tener dinero, ya consternada le dice...

--  Ya olvídalo, olvida lo que paso, ya entenderás cuando seas grande.

María con ojos de te estoy poniendo atención, pero no comprendo, sólo acierta a decir:

--  cuándo vaya a la Escuela de Grandes voy saber eso?

Magda le hace cosquillas mientras le dice: 

-- ojalá no lo sepas, pero lo sabrás, seguro que lo sabrás. 

Las dos caen en la cama riendo a carcajadas y abrazadas como changuitos. 





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