− ¿Y cuánto cuesta
ese?
Tenía su mirada depositada en el celular que aquel hombre de
corte de mohicano con copete rubio traía en la mano. Ese celular en aquella mano,
de aquel antebrazo de doble tatuaje. Un tatuaje sobre otro tatuaje, nunca había
visto nada igual. El tatuaje estaba sin delinear, más bien era una mancha
azul-verdosa en el antebrazo.
− 300 baros!! Pero trae para música, nomás que no quise que
se la pusieran acá porque me cobraban 200!! Chale!! Casi igual que el chingado
celular, para qué si yo lo sé hacer.
Hombre pájaro, andanzas en Insurgentes, enero 2012 |
− Pero si todavía me debes 300 del otro.
− Neta que sí te pago!!
Y, añade, muerto de risa con ojos brillantes y manoteos
ansiosos:
− Vieron cómo me
apendeje, me pude chingar ese celular, estaba bien perrón. No-mamesss!! Qué pendejo!!!
Y agrega “El Niño”:
− Titubeaste y por eso no te lo chingaste!! Lo dudaste… te
vi la cara.
− No-mamesss!! El wüey
no se había dado cuenta que lo dejo a fuera!! Lo tenía en mi mano y lo deje ir.
Y añade el hombre del corte mohicano:
− Qué bueno que no te lo chingaste, porque si dudas, ya te
chingaste, es cuando te carga la chingada. En mi viaje a las “islas Caimán” eso
vi, está lleno de pendejos que a última hora dudaron y a esos son a los que se
los carga la chingada y van pa’dentro. Además eran un chingo, esos si nos meten
una putiza entre todos.
La plática era relajada, sin tapujos, hasta divertida, y por
lo menos las cuatro personas que estábamos a su alrededor escuchábamos atentos
la conversación de la que, además, nos participaban con breves miradas y cuestionamientos de ¿verdad? Para afirmar
algunos de sus comentarios.
Yo miraba hacia la ventanilla, trataba de oír pero mantener distancia, así como no queriendo, pero era imposible las voces eran fuertes, los
manoteos y las risas hacían que los demás estuviéramos atentos a sus
comentarios y bromas sobre el arte de robar.
− No les conté de esa vez, que por andarle haciendo al reparador
de celulares abrí el mío, disque para limpiarle la pantalla touch y le metí un
cuchillo de cocina y se chingo todito. No mames!! Cuando lo prendí la pantalla
se venía bien culera. Se madreo todo. Entonces fui al “monte” pregunté por dos o
tres celulares hasta que encontré uno igualito al mío. Luego le pedí al chavo que me
enseñara uno de más allá y cuando se agacho que lo cambio. Le dejé el madreado, me metí el otro en la bolsa del pantalón, seguí viendo otros, pero al final le
dije al chavo: no me gusta ninguno. Y
que me voy.
Por supuesto, estaba cagado de risa.
Y agrega “El Niño”:
− No mames, también di que ya no volvimos a ver a ese chavo
en el “monte”, seguro lo corrieron por pendejo.
El hombre del corte mohicano y brazo con doble tatuaje
cuestiona, un tanto "consternado":
− No chingues!!! Seguro lo corrieron por tu culpa!! Qué tal que
tenía una familia que mantener?? Qué tal que tenía hijos y por tu cumpla se
quedo sin chamba. Qué poca madre!! Verdad…???
Y haciendo una breve inclinación con su cabeza de corte
mohicano, me mira y vuelve a preguntar:
− ¿Verdad?
Mi respuesta:
− Una mirada comprensiva y una brevísima sonrisa en mis
labios.
No tenía nada que decir, bueno sí, pero no era el momento, me hubiera gustado entrevistarlos... jaaa!! jaaa!! Mi ardilla de nuevo estaba girando!!!
Los tres siguieron haciendo bromas y citando fragmentado de
la historia:
“Se apendejo porque estaba emocionado por la venta que acababa de
hacer”;
“Vieron la bola de cabrones que están como perros viendo que compras”;
“Sí
nos agarran entre tantos si nos parten la madre, aunque traigamos al ‘Niño’”;
“El
Niño” dice: “sí se vienen encima, yo sí le corro. No me alcanzan, en eso sí me
los chingo”.
“El Niño” que de niño no tenía nada, más que el tamaño, es un joven de
unos 20 años, con bigote a medio poblar, cuerpo delgado y tamaño menudo, efectivamente,
como el de un niño.
Y entonces pensé, efectivamente: “la oportunidad hace al
ladrón”, pero también al honesto.