De los rituales del baile, el que más me gusta es de la cadencia. Esa cadencia que desvanece los límites corporales.
Esa cadencia que permite darse y penetrarse en el silencio musical de una pista de baile. Bastan los primeros acordes musicales de una melodía; una mirada directa, sutil, instantánea a los ojos; y una fugitiva sonrisa en los labios para ratificar la aprobación de los nuevos amantes.
Es entonces —y sólo entonces— cuando se inicia el ritual del encuentro, que dura lo que dura esa pieza de baile, y que a veces es una y termina hasta bien llegada la madrugada.
30 de abril del 2010.
(Salón Caribe)
De las cosas guardadas en las carpetas.
(Salón Caribe)
De las cosas guardadas en las carpetas.