domingo, 6 de noviembre de 2011

Cuando los ojos se inundan...


Pues nunca sé, mi relación con la música (toda) y, en particular, con la música clásica es muy intuitiva. En la liga de Clásica México vi el promocional de la presentación de Kun Woo Paik (Celebrando a Liszt), pianista coreano, llamado el “enfant terrible de la música”. Caray, caray, caray, y no me falló. Salí sublimada.
No sé, no sé, no sé, pero cuando algo me llega a no sé dónde resulta que los ojos se me inundan y algo se me empieza a derramar.
No son lágrimas, claro que no lo son, esas otras las conozco bien. En el estado de concentración en el que me encuentro en ese momento, sólo alcanzo a sentir cómo se humedecen mis mejillas, sin necesidad de sollozar, sólo es que algo dentro de mí se necesita derramar.
Al salir el Palacio de Bellas Artes, la tarde-noche era magnífica, a pesar del caótico tráfico dominguero, había llovido, el ambiente era fresco e inspirador. Así que con una noche tan magnífica cómo no me iba invitar a cenar, así que dirigí mis pasos hacia el Café Tacuba. No había más, que le vamos hacer, ya no es lo que era hace 10 años, ya estoy hablando como viejita y es que en el fondo de todo esto, algo de mi alma vieja anda en estas cosas.
Entonces mientras esperaba mi orden, pensé (visualice) ese momento en el que las vibraciones de piano me llegan hasta no sé dónde y los ojos se me desbordan.
Entonces caigo en la cuenta de que eso me ha ocurrido en otras ocasiones y en otros contextos. Todavía no sé lo que me pasa y creo que no me importa, pero puedo recordar perfectamente la primera vez que me ocurrió. Fue en una clase de yoga hace como 7 años, recuerdo perfecto la asana y el momento en el que sentí mojadas mis mejillas y lo único que pensé, en aquel momento, —ah! mira cómo trabajé que algo se me abrió que hasta se me salieron las lágrimas.
Pasaron muchos años para volver a tener conciencia de ese fenómeno, pero lo recuerdo bien. Fue hace como dos años —no lo puedo olvidar— cuando después de no sé cuantos años, fui a misa por decisión y convicción propia. Así parece que oficialice mi conversión espiritual. Ese día las palabras del sermón retumbaron algo no sé dónde y volvió a ocurrir: mis mejillas de nuevo quedaron húmedas, mis ojos limpios y mi alma llena de contento.
Ahora recuerdo otros dos momentos en los que las mejillas me quedan frescas, los ojos limpios y el alma en contento. Esos momentos, que tienen que ver con una misma situación, me los reservo para otro relato, para otro espacio, para otra historia, para otro momento de compartir.
Lo que sí quiero decir, es que nunca, después de eso, me queda la sensación de sollozo o de lagrimeo o de desconsuelo. No, nada de eso. Simple y sencillamente es eso, me quedo con unas mejillas frescas, unos ojos limpios y un alma llena de contento.
Así me dejo el concierto de Kun Woo Paik en día de hoy en el Palacio de las Bellas Artes.

Nota 1. Contexto del Manual de Seguridad Universitaria 2021

Contexto.  La primera versión de Manual de Seguridad para Instituciones de Educación Superior se publicó en 2011 y la segunda versión salió...