En general no tengo preferencia para los
alimentos, aunque la gente cree que soy vegetariana. Lo que es la verdad “casi”
como de todo, pero evito el consumo de “ciertos” alimentos, que por históricos
y añejos problemas digestivos, me inflaman la panza o me cuesta trabajo digerir.
Por otra parte, “casi” como en cualquier lugar.
Así las cosas, el día de hoy me fui a comer
a “una” de las fondas cercanas al Mercado de San Juan. Ayer las vi bastante
concurridas y ya era un poco tarde, lo cual resulta una buena opción cuando te
das cuenta que en el Centro, al igual que en Colombia, después de las 5 no
encuentras comida corrida en ninguna parte.
Hay varias y de apariencia todas son iguales:
grandes estufas, con grandes cazuelas, rodeadas de una barra y bancos para los
comensales.
Eran casi las 5 de la tarde cuando llegué a
la “Fonda entre Hombres”, tenía un
hambre del demonio, estaba desvelada y cansada, y fue muy poco lo que vi:
cazuelas con comida y un banco disponible.
El cocinero inclino su cabeza, me miro con
sus ojos brillantes y con su gran sonrisa me pregunto:
— ¿Consomé o sopa de verduras?
— Verduras, por favor.
El mesero-cobrador me indicó:
— Ahí están las cucharas!!
Y me señaló un bote con cubiertos que
estaba frente a mí, es decir, no me dio mis cubiertos, lo cual no lo tomé a
mal, ni pensé más. Me sé la sencillez de los lugares.
No miré más, ni escuche más. No podía
pensar, necesitaba alimentos. Para esas situaciones, siempre tengo la
expresión: no me hablen, no me digan nada, no registro, no puedo pensar: Necesito comida!
Pasado la mitad del plato de verduras,
empecé a tomar conciencia de una característica del lugar: no había mujeres. No
había mujeres ni cocinando ni sirviendo, ni cobrando, ni lavando trastes, ni mujeres comiendo. Bueno! por
supuesto, yo!!
Por el lenguaje, la familiaridad, el
ambiente, las bromas, el trato para conmigo, puedo deducir que no están muy
acostumbrados a que entren mujeres y les cuento.
En general trataban de no verme, pero me
venían; trataban de no oírme, pero me oían. Yo era “algo” ajeno a su ambiente. Para
los que estén pensando otra cosa: permítanme aclarar: cara lavada, mochila al hombro, sudadera, pantalón de mezclilla, botas de
caminar mucho, con sólo 3 horas de dormir. Nada que ver con mi apariencia. O
tal vez sí: qué cara, pobre mujer!
Así las cosas: no era mi falsa presencia pequeña burguesa los que los podía tener en
estado de prudencia y hasta silencio incomodo. No, definitivamente no.
Estuve más de 30 minutos en el lugar y
aunque iban y venían comensales, no llegó ninguna mujer.
Tal vez fue mera coincidencia. Tal vez, tal
vez, pero se me figuran esos servicios populares especializados en ciertos grupos:
las fondas que atienden dominantemente a viejitos de la colonia y transeúntes como
yo; las taquerías en las que dominantemente consumen los taxistas y transeúntes
como yo; las fondas donde asisten dominantemente compradores eventuales del
centro y transeúntes como yo; las fondas donde se atienden a oficinistas de traje
gris y transeúntes como yo...
También es posible que mis ojos de
socióloca.. se estén alucinando y no exista tal uso del espacio-comedor “Entre
Hombres”.
Por eso, y pa’ salir de dudas, alguno de los
siguientes días, iré nuevamente por allá y les diré qué pasa, porque además la
comida es buena y al ambiente de la “Fonda
entre Hombres” yo me puedo acostumbrar y ellos… ellos también se pueden
acostumbrar a mi presencia, jaaa!!