Una
espera en Bellas Artes
14 de diciembre de 2009.
14 de diciembre de 2009.
Llegué
cerca de la una treinta a Eje Central y Francisco I. Madero, pensé tengo media
hora, voy a caminar un rato, la cita con Pedro es a las dos.
Caminé
sobre Eje Central y me encontré una maravillosa tienda de películas en DVD. Del
mundo del DVD lo que atrapo mi mirada fue el título de Las flores del cerezo,
por fin y después de una larga búsqueda la encontré; luego vi el título de La
Vida en Rosa y luego de La Visita de la Banda y luego El
Tigre y el Dragón y luego pregunté por la Ley de Herodes y todas a
mi disposición y a buen precio, y estaba a punto de cargar con la vida de
Francisco I. Madero, pero ya era demasiado, no tenía prevista esta maravillosa
compra de películas.
Cada
película representaba una larga búsqueda: El
jardín de los cerezos por la historia, por las ganas de que la vean mis
hermanas, mi cuñado, mis sobrinas, … y La
Vida en Rosa … ahhh por supuesto por el drama que cubre a las mujeres
brillantes y exquisitas y sórdidas y solitarias como Edith Piaf; ah La Visita de la Banda porque desde que vi
los cortos, la anote, estuvo en cartelera y se me fue, y no me puedo perdonar
no verla; El Tigre y el Dragón por la
maravillosa música que hace unas semanas transmitió Sergio y Emilio en su
Programa Referencia de Tan Dun, no lo
conocía e indudablemente me cautivo y dije: esa
peli la tengo que ver para escuchar la música; al final, la Ley de Herodes, porque desde que llegué al
municipio la tengo en la cabeza y la debo ver de nuevo, porque quisiera
proponer una versión corregida y aumentada, nomás para hacer evidente que la
realidad rebasa la ficción.
Bueno
todo eso y aún así llegué a Bellas Artes al diez para las dos. Decidí entrar a
ver libros, moría de ganas por comprar uno, pero resistí, resistí y sólo compré
el número anterior de Algarabías. No soy adicta a esta revista como dice el
slogan, no, no, no, un solo artículo rezumbo en mi cabezota, no recuerdo el
título pero es sobre el uso de gerundios… ahhh sí los odio y dije veré por qué
más debo odiar a los verbos sin tiempo y sin sujeto…!
Salgo
de Bellas Artes: 2 en punto, perfecto, pensé —mientras espero me aplasto aquí
en el mero sol para quitarme el color amarillo oficinista que traigo y ahí en
las escaleras de acceso al Palacio, ahí mismo posé mi trasero, mientras con
gran ansía sacaba mi revista para chutarme el artículo ese de los gerundios y
en esas estaba cuando un muchacho como de unos 22 o 23 años se sienta cerca de
mí y me dice:
— ¡Qué
calor!
Cordialmente
lo volteo a ver y le digo:
— Sí,
bastante.
Y
vuelvo a clavar mi mirada sobre la revista, y ahí estaba clavada en la textura
de por qué las resistencia al uso del mentado gerundio y qué cómo se debe usar,
mientras el muchacho siguió hablando, hablando y seguí sin poner atención hasta
que con acentuado movimiento de cabeza y una larga inclinación de su cuerpo
hacia mí me pregunta
— ¿Te
gusta el arte? ¿Te gusta la ópera? ¿Hablas italiano? ¿Eres intelectual?
El
movimiento de acercamiento del chico y todas esas preguntas me sacaron de mi
lectura. Así que cerré mi revista ¡gran
error! y lo volví a mirar. En ese instante se arrejunto hacía mi, sólo
pensé qué extraño y qué confianzudo,
pero lo observé detenidamente: güerillo, carita bonita, fresa hasta la
chingada, sonrisa amable y buen cuerpo —eso también lo vi cuando estaba sentada!
y lo pude constatar cuando se levanto—.
Ya
con toda mi atención, replanteo la conversación:
— A
mí me gusta la música balcánica y a ti la clásica, pero dime ¿a qué te dedicas?
— Soy
maestra.
Esa
es mi respuesta favorita para no explicar mi trabajo y dar detalles de lo que
hago, porque además de que es difícil de entender, a nadie le interesa quién,
cómo, dónde y para qué carajos se hace planeación o investigación sobre temas
sociales, urbanos, educativos o culturales.
— ¡Qué
padre! ¿Y de qué das clase?
— De
sociología.
Y
dice con gran alegría:
— Ah!!!
un día leí un libro de un sicólogo que se llamaba Dyler y el decía que la
felicidad estaba en uno y que …
Bla-bla-bla…,
pensé carajo otro que se equivoca, ni
cómo andar por la vida con dos tarjetaa, una que explique qué es un sociólogo y otra qué sicólogo,
juguemos a identificar las diferencias... Chale!!
— Ah!!
pero ya dime ¿sabes italiano?
— No,
no, no sé italiano ni inglés ni alemán ni portugués, los idiomas no se me dan, ya
será en otra vida.
Y
de nueva cuenta me echa el rollo de Dyler sobre el poder de la intención y que
sí uno dice que unos es tonto y que sí uno dice que es infeliz eso eres porque bla-bla-bla
y remata:
— … Al final somos lo que queremos ser.
Y
le agrego:
— Así
es: somos lo que pensamos
Recordando
y citando a Siddharta Gautama, alías Buda.
Y
vuelve a las andadas…
— Me
llamo Brandón y vengo de Playa del Carmen.
Pensé:
qué nombre, quién pone un nombre así a su hijo, me chocan los nombres: Brandon,
Brayan, Bradley, … pero no puede dejar de pensar en Playa del Carmen… y le agregó:
— Bonita
tu tierra!
— Ah!,
pero yo soy de Veracruz ¿conoces?
— Sí,
sí, muy bonita tu tierra.
Y
regresa al tema de los idiomas.
— ¿Sabes
italiano? es que pensé que sabías italiano, porque pareces italiana, porque
además tienes cara de saber muchas cosas…
Y
pensé carajo!! qué traigo en la cara que
la gente piensa eso!
Y
pregunta:
— ¿Te
gusta caminar?
Y
sólo a mí se me ocurre contestar y además contestar con la verdad…
— Sí,
me encanta caminar.
Mientras
contestaba saqué mi celular y le marqué al pinche Pedro para saber dónde carajos
estaba, ya era demasiada plática para mi nivel de conversación con extraños.
— A
quién esperas? ¿a tu novio?
— No!
A un gran amigo.
— Es
una amigo, pero que quieres que sea tu novio??
— No!!
no!! Pedro es un amigo de toda la vida, de la universidad, del trabajo.
— Ojalá
no venga tu amigo para que te vayas a caminar conmigo…
Y
con una gran sonrisa en su joven rostro, agrega:
— ¿Algún
día saldrías conmigo?
— !Claro
que no!
— ¿Cómo
te gustan los hombres? Ah!!! ya sé: mamados!!!
No
sé cara puse, y corrige un tanto espantado...
— Perdón,
perdón...!! a ti te gustan los hombre inteligentes no los tontos.
Que
conste que no fui yo quien lo dijo: hombres
mamados igual a hombres tontos.
Los
zapatos me quemaban los pies, el sol me tatemaba la cara, el chavito acosándome
con sus preguntas y el pinche Pedro que no llega.
Volví
a marcar y por fin contesta:
— ¿Pedro?
— No,
su hijo.
— Ah!!
Me volví a equivocar, ahora te borro y le marco a tu papá por el otro número.
Sigo
marcando, en ese momento mi incomodidad por las preguntas y el acoso del chamaco
me cagan la madre, ordene mis cosas, mientras el chico observa y dice:
— No
quieres platicar conmigo ¿verdad?, quieres leer ¿verdad?, quieres estar sola
¿verdad?...
En
ese momento y ante todos los movimientos negativos y afirmativos con mi cabeza,
se fue.
En
ese momento lo vi de pie: buen cuerpo? Sí, sí pues… pero no es todo… a veces,
cómo en su caso, eso no es nada!
Me
quite de agobiante sol de Bellas Artes mientras buscaba un cachito de sombra
del edificio de Sears.
De
lado derecho una seño disfrutado de la sombra y de lado izquierdo una joven
disfrutando del sol, y en esas estaba, ya sin leer mi revista, sólo mirando a
los transeúntes domingueros de Bellas Artes. Mirando esa foto, veo al tal
Brandón hablando con una joven, habla y habla y sigue con su gran sonrisa en la
cara mientras sale bateado; y luego busca a la chica de mi lado izquierdo y va
de nuevo, lo batean.
Ya
era mucha la espera.
Decidí irme, mientras pensaba en
la soledad del chico, en su necesidad de hablar y buscar compañías, pensé
seguro que las encontrará, no me cabe la mejor duda. Y remate mi retirada
pensando: pinche Pedro me las va a pagar por citarme en un lugar así y dejarme
plantada! Ya lo que quería era llegar a casa, comer, poner unas palomitas y ver
mis pelis, de las cuales me eche tres ese mismito día!